Elección de las plantas adecuadas (Parte II)
En el artículo anterior revisamos algunos de los criterios para seleccionar la vegetación con la que trabajaremos en el huerto. Ahora toca revisar un aspecto igualmente fundamental: el ambiente de la localidad.
Ambiente
Cuando hablamos de condiciones ambientales, nos referimos a las características climáticas y del sustrato del sitio donde se encontrará el huerto, pues en función de ellas encontraremos determinada la fertilidad del suelo, la época ideal de siembra, la cantidad de luz disponible, la temperatura, entre otros.
De acuerdo a las condiciones locales de cada huerto, puede ser conveniente o no, plantar determinados cultivos. No obstante de la posibilidad para implementar algunos ajustes al sitio, como instalar iluminación artificial, o aislar el espacio dedicado al cultivo para generar un microambiente, trataremos de mantener la idea del huerto urbano lo más simple posible.
Temporalidad
Se considera que existen dos temporadas para el cultivo, la principal (que abarca las estaciones de primavera y verano), y otra que llamaremos temporada secundaria (otoño e invierno).
En la primera no existen restricciones en cuanto al tipo de vegetación a plantar en cuanto a su hábito de alimentación, pero en la temporada secundaria se recomienda cultivar solamente consumidoras ligeras o de preferencia donadoras. ¿A qué nos referimos con “habito de alimentación” y cuáles son plantas consumidoras y donadoras?
Cuando hablamos de este concepto, nos referimos al hecho de que algunas plantas necesitan más nutrientes que otras, y esto necesariamente implica un desgaste en los nutrientes del suelo y hace necesaria una rotación de los cultivos (adelante revisaremos este punto). De acuerdo con la SEMARNAT, una clasificación de plantas en base a sus hábitos de alimentación puede ser la siguiente:
Donantes: Son aquellas que ayudan a abonar el suelo. Algunos ejemplos son las leguminosas como el frijol, habas, alfalfa, lentejas, entre otras.
Consumidoras ligeras: No requieren muchos nutrientes del suelo. Por ejemplo las lechugas, rábano, betabel, zanahoria, hierbas y plantas de olor, entre otras.
Voraces: Son plantas que necesitan una alta cantidad de nutrientes para desarrollarse y pueden agotar el suelo. Ejemplo de ello son la papa, jitomate, maíz, calabaza, chile, ajo, girasol, avena, sorgo, ajo, cebolla, granos como trigo y centeno, por citar algunas.
Naturalmente se recomienda no tomar la decisión final sobre que cultivar hasta haber decidido qué hacer con los alimentos cosechados. Si se pretende obtener una reserva de alimento, es mejor trabajar con cultivos que toleran conservación. Algunos buenos candidatos para este propósito son, en general las verduras de hoja verde oscura, los frutos secos (por ejemplo el cacahuate), las semillas oleaginosas y los frijoles.
En la primera no existen restricciones en cuanto al tipo de vegetación a plantar en cuanto a su hábito de alimentación, pero en la temporada secundaria se recomienda cultivar solamente consumidoras ligeras o de preferencia donadoras. ¿A qué nos referimos con “habito de alimentación” y cuáles son plantas consumidoras y donadoras?
Hábitos de alimentación y crecimiento
Cuando hablamos de este concepto, nos referimos al hecho de que algunas plantas necesitan más nutrientes que otras, y esto necesariamente implica un desgaste en los nutrientes del suelo y hace necesaria una rotación de los cultivos (adelante revisaremos este punto). De acuerdo con la SEMARNAT, una clasificación de plantas en base a sus hábitos de alimentación puede ser la siguiente:
Donantes: Son aquellas que ayudan a abonar el suelo. Algunos ejemplos son las leguminosas como el frijol, habas, alfalfa, lentejas, entre otras.
Consumidoras ligeras: No requieren muchos nutrientes del suelo. Por ejemplo las lechugas, rábano, betabel, zanahoria, hierbas y plantas de olor, entre otras.
Voraces: Son plantas que necesitan una alta cantidad de nutrientes para desarrollarse y pueden agotar el suelo. Ejemplo de ello son la papa, jitomate, maíz, calabaza, chile, ajo, girasol, avena, sorgo, ajo, cebolla, granos como trigo y centeno, por citar algunas.
El destino de la cosecha
Naturalmente se recomienda no tomar la decisión final sobre que cultivar hasta haber decidido qué hacer con los alimentos cosechados. Si se pretende obtener una reserva de alimento, es mejor trabajar con cultivos que toleran conservación. Algunos buenos candidatos para este propósito son, en general las verduras de hoja verde oscura, los frutos secos (por ejemplo el cacahuate), las semillas oleaginosas y los frijoles.
Repelentes naturales
Cuando tratamos con cualquier tipo de vegetación es inevitablemente que en algún punto nos enfrentemos a algún tipo de plaga. Considerando lo anterior, quizá te interese saber que la mayoría de las plantas medicinales y aromáticas sirven para el control de plagas por lo que conviene “asociarlas” a los cultivos, es decir, plantarlas alrededor del huerto, o en lugares estratégicos del área. Algunos ejemplos para éste uso, son el tomillo, la mejorana, hierbabuena, menta, el romero y la albahaca.
En el control de plagas también aplica la frase “combatir fuego con fuego” pues atraer a determinados insectos “benéficos” es útil para impedir el paso a otras plagas, al tiempo que se favorece la polinización e incrementa el rendimiento de las cosechas. Plantas como el cempasúchil, girasol, y las petunias, son cultivos capaces de cumplir esta función.
Estos son algunos criterios recomendables al momento de establecer la vegetación del huerto y como podrás ver, no hay una fórmula o una lista exacta, sin embargo, tomando en cuenta estas consideraciones generales puedes incrementar las posibilidades de éxito con tus cultivos.
Si deseas consultar información detallada sobre un cultivo en particular, te recomendamos revisar la sección de Conoce tu planta!, la cual se actualiza constantemente con nuevas especies.